lunes, 7 de abril de 2008

IMPRECACIÓN

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¿De dónde la soberbia de vernos semejantes
al que TODO lo hizo,
ese hocico pequeño que pugna en el respiro,
esos ojos piadosos que la impiedad no entienden,
el gigante del mar que amamanta su crí¬a
con la enorme ternura de la madre más santa?
No somos semejantes. Ni parecidos somos.
Somos sangre del diablo, humor de muerte infecta,
horror de las pupilas de un Dios que se ha cegado
por no ver la impudicia de lo que fue creado
por la mente sublime que aspiró a lo perfecto.
Yo busco en el retorno la tersura del puma,
la imperiosa elegancia del guepardo dorado,
la dulzura infinita de los ojos de un oso,
busco verme en el alma de un conejo o de un alce,
en el trino, en las voces de todos los jilgueros,
en el sueño apacible de aquel rinoceronte,
y si acaso no logro la hermandad que pretendo,
renuncio, me excomulgo: Ya no quiero ser hombre.

long-ohni

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